
Recuerdo que cuando era niño siempre sabia esperar el 31 de octubre no porque fuera el día de las brujas o el día de la canción criolla, la verdad que lo esperaba porque ese día mi casa se alborotaba como si hubiera una fiesta, mi madre salía a comprar al mercado muy temprano para preparar un buen festín, compraba dulces y caramelos, buscaba guaguas con caretas multicolores, flores, unos cirios o velas adornadas, ya al llegar a casa buscaba en algunas cajas y sacaba pequeñas cruces, adornaba telas negras con listones dorados, mi padre en cambio regresaba del trabajo y al entrar en casa ponía esa aptitud ceremonial y de regocijo, pero en sus manos traía coronas de flores de papel, las carnes eran aderezadas y se hacían dormir en tinas, la casa se llenaba de silencio y cierta tristeza invadia con la llegada de la noche, todos quedábamos expectantes esperando el día siguiente.
Ya muy temprano la casa se llenaba de gente mis tíos o algún desconocido que resultaba un paisano de mi padre o de mi madre llegaba a la casa, mi madre alistaba las telas, las cruces, buscaba las coronas hacia una especie de altar en algún espacio de la sala de la casa, ahí colocaba la foto de Cristo y la acompañaba de pan dulce, guaguas, vasos llenos de gaseosa, queso, choclos, los dulces, las velas eran encendidas y la casa quedaba invadido por el olor de incienso y si uno se acercaba al altar observaba las fotos en blanco y negro de algunas personas que resultaban ser familiares nuestros muertos, asi sentados alrededor del altar esperaban a la noche en un vigilia que era amenizada por la comida un día antes preparada, la cerveza infaltable y el aguardiente para sobrellevar la noche, no faltaban las oraciones, las risas situacionales por alguna anécdota, los recuerdos tristes, alguna lagrima escondida en el rostro de los visitantes, a veces solía esconderme y observa la reunión pues a nosotros los niños no nos permitían desvelarnos, una vez me desperté muy de noche y observe que la luz de la sala aun estaba prendida al acércame salio mi padre a mi encuentro y le pregunte ¿Pa, que están haciendo? Y no se si fue que no quería mentirme o si se le hizo difícil mandarme a dormir pronto, me respondió: Estamos esperando a los muertos…
Hoy después de mucho tiempo mi casa se alboroto como antes, debió ser la presencia de mi abuela y que ayer se recordaran tres meses de la muerte de mi abuelo, vi como mi madre acompañada de mi hermana preparaba la comida para el día de mañana, los dulces traídos de Puno y las panes con formas de llamas, los caramelos que cuando era niño me gustaba pedir, las cruces que no se donde las tenían pues no las volví a ver sino hasta hoy, las telas que mi hermana tejió y adorno según indicaciones de mi abuela, pero esta vez la noche no fue invadida por esa melancolía de años atrás, mis hermanas corrían con canastas en forma de calabaza llenas de caramelos junto mi sobrina, cada vez que alguien tocaba la puerta, dentro mío me decía, habrá que recuperar las tradiciones e ignorar los disfraces, después de todo nunca celebre este 31 ni ningun otro, pero mañana estaré en una de esas reuniones que de niño me eran vetadas, hasta mañana entonces…